Tartessos
Son muchos los enigmas que guarda nuestra historia, y que la arqueología se afana en desvelar. Y es cierto que gracias a los métodos modernos que se aplican a los objetos hallados en los yacimientos, el enigma va cediendo paso a la certeza. Pero cuando hablamos de Tartessos, las incógnitas superan con mucho a las evidencias reales y demostradas y el Tesoro de Carambolo y Argantonio no iban a ser menos.
Tartessos supone para algunos ese eslabón entre dos épocas que yace aún enterrado en el misterio. Y es que del pueblo tartésico bien poco sabemos, y cada hallazgo evidencia que sabemos aún menos que antes. Y es que Tharsis (así llamado en la Biblia) se mueve en nuestra historia con un pie en la mitología y otro en la verdad histórica.
Y es en esa mezcla de mito y realidad, donde nacen las leyendas y las sagas que conforman el carácter de un pueblo.
Si nos atenemos a lo que dice la Biblia, en el libro de los Reyes:
«El rey Salomón tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram [rey de Tiro], y cada tres años llegaban las naves de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones».
No debe entonces de extrañarnos que tesoros como el de Carambolo o el de Aliseda hayan visto la luz. Es más, no sabemos cuantos más esperan bajo las tierras fértiles del valle del Guadalquivir.
Y es que si algo distingue a los pueblos de la Península Ibérica desde el Calcolítico a esta parte, es la afición (casi obsesión) por la metalurgia. Y por tanto, a establecerse en lugares con recursos minerales importantes.
No en vano, fenicios y griegos, cruzan el mediterráneo en busca de intercambios comerciales con los pueblos del sur peninsular, e interactúan con los pueblos indígenas en una relación enriquecedora para ambos.
Y si bien es cierto, que los pueblos del Mediterráneo Oriental, traen en su ajuar el fenómeno urbanístico y la implantación de factorías, villas y urbes (varias ciudades andaluzas son de fundación fenicia y griega), los pueblos que ya vivían aquí, asentados mas hacia el interior, ya que la metalurgia les va a exigir, fuentes ingentes de mineral y madera, además de tierras cultivables, debieron tener sus asentamientos con independencia de la ubicación de los visitantes que llegaban del mar.
Así con el tiempo, era incuestionable, que hubiera un mestizaje en estos poblados, de forma que muchos nativos acabarían habitando las ciudades de nueva fundación, y muchos de los colonizadores orientales, acabaran conviviendo en poblados que ya existían a la llegada de éstos, aportando su saber y entender, sobre todo, en cuestiones de urbanismo y construcción.
Y de ahí que en el yacimiento de el Carambolo, se hayan encontrado las ruinas de un antiguo santuario fenicio a la diosa principal de su panteón, Astarté.
Algunos historiadores por tanto quieren ver en las joyas del Carambolo una factura púnica, en detrimento de los tartessos, pero esto tampoco tendría mucho sentido, si tenemos en cuenta la peculiaridad de las joyas halladas en el Carambolo (ajuar de joyería para una persona) y la habilidad ya reconocida en la orfebrería del pueblo ibero.
Por otro lado, algo que muchos desconocen, es que en la época que los fenicios arribaron a nuestras costas, hace casi 3.000 años, la configuración geográfica de nuestras costas no era la que vemos ahora. Se podría pensar que desde el Carambolo en línea recta hacia la costa mas cercana ( la desembocadura del Guadalquivir) hay casi 80 km para una cultura que quería sus asentamientos cerca del mar. Y es que todo el estuario del Guadalquivir, estaba por decirlo de alguna forma, bajo el mar. De ahí nuestras bellísimas marismas de Doñana.
En aquellos tiempos, existía una accidente geográfico denominado Golfo Tartésico, que además se comunicaba con el Lago Ligur, y que prácticamente bañaba lo que hoy es la actual ciudad de Sevilla. Por lo que si estas aguas eran navegables, no debería extrañarnos, ni la cita bíblica, ni que los fenicios se asentaran tan al interior.
Volviendo al tesoro, el ajuar encontrado dentro de ánforas es de una valía increíble, encontrado, como casi todo en Andalucía, de forma casual, y compuesto por 21 piezas de oro de 24 kilates que se realizarían entre los siglos VII y V a.C. Su compleja elaboración, denota el alto grado técnico empleado en su realización. Y de entre todas las piezas, el collar, además parece que trasciende lo meramente decorativo, ya que se compone de una serie de sellos que podrían haber tenido alguna función administrativa o legislativa.
En suma, nos encontramos ante un tesoro de alto valor económico, artístico y arqueológico, que supone un hito trascendental en nuestros conocimientos sobre el mundo tartésico, y que denota que nuestros antepasados dominaban la metalurgia y la orfebrería de forma asombrosa.
¿Por qué se llama Tesoro de Carambolo?
En el municipio de Camas en la meseta del Aljarafe que limita al poniente el valle inferior del Guadalquivir, presenta sobre la vega de Triana un conjunto de pequeñas elevaciones, también llamadas carambolos, que son el resultado de los bordes mas escarpados de la meseta. El Carambolo por antonomasia, a tres kilómetros de Sevilla, dominando el barrio de La Pañoleta, donde se dividen las carreteras a Huelva y a Mérida. Por ello el Tesoro del Carambolo fue bautizado con el nombre del lugar donde fue encontrado,
¿ Cuando se descubrió el Tesoro de Carambolo?
El 30 de septiembre de 1958 fue descubierto el famoso tesoro en el marco de las obras de ampliación de las instalaciones con las que allí contaba la Real Sociedad de Tiro de Pichón. Fue encontrado por mera casualidad en el curso de una ampliación para el torneo internacional que tuvo lugar el siguiente año, la azada del joven trabajador Alonso Hinojos del Pino descubrió un objeto metálico que había de ser el primero de los brazaletes de oro de 24 quilates.
¿Qué contenía el Tesoro de Carambolo?
El tesoro está formado por 21 piezas de oro de 24 quilates, con un peso total de 2.950 gramos. Joyas profusamente decoradas, con un arte fastuoso, a la vez delicado y bárbaro, con muy notable unidad de estilo y un estado de conservación satisfactorio. La cronología de este tesoro puede ser fijada, en sus límites más amplios, entre los siglos VIII y III antes de Cristo.
¿Dónde puedo ver el Tesoro de Carambolo?
Sólo es posible contemplar las réplicas del tesoro de Carambolo labradas en su día por el prestigioso orfebre Fernando Marmolejo, expuestas en el Museo de Arqueología de Sevilla y el Ayuntamiento de la capital andaluza, pues por motivos de seguridad las piezas originales siguen depositadas en una cámara acorazada.
¿Quién es Argantonio?
Argantonio Rey de Tartessos. Su larguísimo reinado (quizá del 630 al 550 a. C.) marca el apogeo de la cultura tartésica, que llegó a dominar todo el sur y sureste de la península Ibérica, entre Huelva y Alicante, con capital en la propia ciudad de Tartessos, cerca de la desembocadura del Guadalquivir. El nombre de Argantonio, que revela un origen indoeuropeo, aparece en las fuentes griegas ligado a la riqueza minera de su reino (bronce y plata), con la cual prestó ayuda a los focenses para financiar la fortificación de Focea (ciudad griega de Asia Menor) contra la amenaza persa. Sin embargo, no logró con ello que se establecieran en su reino colonias focenses, con las que aspiraba quizá a sacudirse la tutela comercial establecida por los fenicios de Gadir (Cádiz).
Argantonio
Argantonio es el primer monarca histórico peninsular citado por las fuentes de la Antigüedad. Las únicas referencias sobre su figura se encuentran en los textos de Anacreonte (s. VI a.C) y Herodoto (s. V a.C), quienes le atribuyen una vida de ciento veinte años y un reinado de ochenta. Los historiadores sitúan su reinado entre 630 y 550 a.C, por lo que se considera el 670 a.C. como fecha aproximada de su nacimiento.
Durante su gobierno mantuvo una política filohelena para eludir la presión del dominio púnico en el Mediterráneo y conseguir una revalorización de los productos tartésicos en el mercado, contribuyendo a crear una competencia comercial entre cartagineses y griegos. Estableció unas relaciones de cordialidad con los mercaderes y colonos focenses, cuyos contactos mercantiles con Tartessos se basaron en pactos de amistad personal con sus reyes. Representante de un tipo de monarquía patriarcal, su reinado marcó el momento de apogeo del comercio griego con Tartessos.
Ante la amenaza persa sobre Focea, Argantonio ofreció sus territorios a los colonos griegos para instalarse. Los foceos rechazaron la oferta, pero aceptaron las riquezas que éste les otorgó para que reforzaran las murallas de su ciudad. Hacia 540 a.C, cuando los foceos fueron atacados por los persas y emigraron de Asia Menor, Argantonio había muerto, por lo que se instalaron en la colonia de Alalia, en Córcega, ante la imposibilidad de asentarse en territorio tartésico.
El reinado de Argantonio marca el periodo de auge de Tartessos, cuyo declive coincidió con el de los foceos tras la batalla de Alalia (535 a.C). Su nombre parece derivar de raíz céltica con el significado de “el hombre de la plata”, y se ha considerado la posibilidad de que fuera una denominación otorgada por los pueblos que comerciaban con Tartessos para encarnar en su figura la abundancia de su reino como símbolo de la riqueza de Occidente.
La longevidad que le atribuyen Anacreonte y Herodoto ha sido puesta en relación por los estudiosos con la idea griega de atribuir larga vida, abundancia y prosperidad a los buenos monarcas, como favor concedido por los dioses al que se unirían los de la felicidad y la riqueza. Otros autores (García y Bellido) han supuesto que las fuentes hacían referencia a varios miembros de una dinastía con el mismo nombre, opinión rechazada por la historiografía moderna.
Un magnífico tesoro, leyenda e historia en el aljarafe
Cuenta la leyenda que reinaba Argantonio, cuando sus aliados fenicios decidieron dejar de comprar sus productos para así obligar a los tartesios a bajar los precios y poder obtener mayor beneficio en su comercio con Tiro y el resto de colonias mediterráneas.
El rey, que era sabio y justo, se enfureció al ver la estrategia de los orientales y les amenazó con romper los tratos comerciales y expulsarles del país si no cesaban en su actitud.
Argantonio decidió atacar las dos principales factorias fenicias para darles un escarmiento, así que dividió el grueso de su ejército en dos y, con él mismo y su hijo Terión a la cabeza, comenzaron el asedio de las ciudades de Sevilla y Cádiz.
Los fenicios, que habían previsto el proceder del monarca, aprovecharon la débil situación en la que había quedado la capital tartesia tras la marcha de Argantonio y la atacaron. La ciudad quedó destruida rápidamente, pues su ejército se encontraba batallando y la defensa fue inútil. El fuego y el metal se alimentaron de los hijos de Tartessos .Desde el asedio de Gadir, el rey distinguió el resplandor del fuego que arrasaba su capital, e intentó volver sobre sus pasos para castigar a los autores. Pero los dioses no fueron sus aliados, pues los fenicios que atacaron Tarsis, cayeron sobre él y, quedando encerrados entre dos ejércitos, los hombres de Argantonio, incluido él mismo perecieron bajo las flechas fabricadas por su propio pueblo.
Sólo un hombre, que cobardemente se había camuflado entre los cadáveres de sus compañeros, sobrevivió a la matanza. Y, cuando cesó la lucha, se avergonzó de su actitud y lloró la muerte del rey. Antes de que los enemigos saqueasen los cadáveres de sus compañeros, el soldado decidió redimir su cobardía. Se acercó al cuerpo inerte del monarca y le despojó de las ricas insignias reales que, por justicia, pertenecían al nuevo rey de Tartessos, su hijo Terión.
Sin pararse a pensar, se alejó corriendo del campo de batalla y no paró hasta la orilla del río Tarsis, donde se encontraba el resto del ejército. Allí, tras recuperar el aliento, informó a Terión del destino de su padre y de todo lo que había acontecido, y le tendió el lienzo en el que había guardado los brazaletes y collares propios del rey de Tartessos. El nuevo rey recompensó su bravura y se retiró a su tienda a orar. En silencio, observó los símbolos de su nuevo estatus y, con lágrimas en los ojos, juró que no los ceñiría hasta haber vengado la muerte de su padre y de todos los inocentes caídos. Luego, para asegurarse que, si él moría, los fenicios no se harían con las joyas reales, las introdujo en una vasija y las enterró allí mismo.
Terión, herido de gravedad, no vivió para ver la victoria, y tampoco pudo celebrar la rendición de Gadir varios meses más tarde. Así que las insignias de su padre quedaron enterradas en el lugar de su última oración, a pesar de que su breve reinado se saldó con su única promesa cumplida.
El tiempo pasó, Tartessos pereció, Roma cayó y el mundo se duplicó. Más de 2000 años después, unos trabajadores descubrieron una vasija en unas excavaciones. En ese momento, el sol brilló más fuerte, y es que Terión y Argantonio rieron complacidos para celebrar que su tesoro volvía a manos de sus herederos.
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Argantonio. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/argantonio.htm el 1 de abril de 2021.
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